CUT/COPY, ZONOSCOPE: Bailar y pensar

Cuando vamos a bailar hay dos opciones posibles. Una, que el DJ mezcle montones de hits bailables. Otra, que haga mezclas sobre samples. Lo que nunca se pone en una pista de baile es un disco completo. Los hits lo dominan todo, pero los australianos de Cut/Copy quieren salirse de ese esquema.

Su tercer álbum Zonoscope (Modular, 2011) logra la coherencia que le faltaba a sus anteriores registros, armados en la base común de lograr himnos de la pista de baile.

En cambio, lo que Cut/Copy logra en Zonoscope es un producto sin altibajos, donde las canciones no son tan fuertes como el armado completo.

De todas formas vale la pena notar cómo se configura cada uno de los 11 tracks.

“Need You Now” le da el vamos a este álbum con un sonido tan tenso como libre. Es como si llegáramos de la atmósfera hacia una disco. Y es que el synthpop incansable logra ponerse en una contradicción deliciosa con una letra que es bastante sombría y anhelante.

En el track siguiente, “Take Me Over” tiene esa vibra ochentera llena de fiesta que maquilla la necesidad de dejar un estado depresivo. No hay temores de abrazar diferentes sonidos con tal de llenar cada melodía pegajosa de matices épicos.

Esa es la tendencia de Zonoscope: saltar de un sonido a otro con la naturalidad suficiente como para caber dentro del mismo aire, con tensiones, contradicciones y una clara noción de lo que es bailable.

En “Where I’m Going” es inevitable pensar en los Beach Boys, con ese bounce y las segundas voces que marcan un background melódico sustancial para una canción que aparenta ser muy orgánica, pero que mantiene a la electrónica y los teclados como base de su identidad sónica.

Si en In Ghost Colours (Interscope/Modular, 2008) Cut/Copy hacía eco de sonidos muy de moda, armando hits ganadores, ahora la propuesta madura y no se trata de éxitos sino que de un producto tan coherente como bailable.

Y también hay ambición, por lo menos en las temáticas. Los Cut/Copy ya se saben diferentes y por eso se dan el lujo de hacer un tema basado en culturas e imperios como “Pharaohs & Pyramids”, un tema tan punchi punchi como misterioso y lleno de vocación de fiesta masiva que resulta maravillosamente, siendo este un punto alto al poner el Groove y la voz de Dan Whitford en sintonía con una melodía irresistible.

“Blink And You’ll Miss A Revolution” es una canción bien convencional, pero la forma de ir creciendo hace que se despegue de sus referentes ochenteros y que llegue a la atemporalidad necesaria para que trascienda.

Luego hay un intermedio donde la anterior melodía se difuma en un sonido interestelar casi como si fuera al revés durante dos minutos en “Strange Nostalgia For The Future”, llegando de sopetón a “This Is All We’ve Got”.

Este sonido, con reminiscencias a los teclados astronómicos de Muse deriva en un beat de rock and roll sesentero que opera con facilidad y a paso rápido ante nuestros oídos que ya a estas alturas se vuelven gelatina del goce.

Y luego “Alisa” sigue con un beat similar, menos notorio pero si con un momentum exquisito. Porque de verdad que en ningún momento los australianos te dejan parar de moverte a su ritmo. Con suerte puedes reposar en algunas partes más pausadas.

El trío final es de lujo. Primero te toca pasar por el corredor de la sensual “Hanging Onto Every Heartbeat” que aplica muy bien el bounce de Rumours de Fleetwood Mac tan bien que el maquillaje de estos sonidos “modernos” no te distrae del hecho que es una gran canción.

Mientras, “Corner In The Sky” es una tierna fábula de amor construida en un beat y un bajo galopante con armonías casi perfectas.

El cierre glorioso con la pieza de 15 minutos llamada “Sun God” —si hay algo más ambicioso que un nombre así, avisen— es un poco excesivo, pero al final logra resultar extrayendo múltiples influencias, desde Primal Scream hasta Kraftwerk, pasando por The Rapture, LCD Soundsystem o Caribou.

No obstante, pese a todas estas buenas composiciones algo nos falta. La producción es deficiente dado que todas las canciones carecen de la fuerza que sí había en In Ghost Colours (Interscope / Modular, 2008).

Se puede bailar y pensar, pero termina siendo un poderoso distractor que tan buenas canciones se hayan desperdiciado en un área prioritaria para que un buen producto sea un gran producto.

Allí, la fuerza compositiva de Cut/Copy fue cooptada y ni siquiera el “Dios Sol” los pudo salvar de la debacle del sonido.

FICHA TÉCNICA

Artista: Cut / Copy

Álbum: Zonoscope

Sello y año de lanzamiento: Modular, 2011

Producción: Dan Whitford

Tracklist: 1. Need You Know | 2. Take Me Over | 3. Where I’m Going | 4. Pharaohs & Pyramids | 5. Blink And You’ll Miss A Revolution | 6. Strange Nostalgia For The Future | 7. This Is All We’ve Got | 8. Alisa | 9. Hanging Onto Every Heartbeat | 10. Corner of the Sky | 11. Sun God

Duración total: 61’ 25’’

ADELE, 21: No se si es amor, pero lo parece

Seamos sinceros. Pocas veces el talento se sobrepone a los factores dominantes de la industria, a la moda, el look o a las actitudes hegemónicas. No obstante, por suerte hay excepciones. Adele Atkins es una de ellas y con sólo 22 años ya tiene un lugar ganado en el escenario de la música mundial con dos álbumes lanzados y millones de copias vendidas.

Pese a que su LP debut, 19 (XL, 2009), la puso en la escena con un estilo único, fue su segundo registro 21 (XL, 2011) el que la catapultó al estrellato, con una fórmula aparentemente simple pero efectiva y emotiva a raudales.

Adele escribe sus propias canciones, y eso se nota. Cada interpretación es un notable ejemplo de arrojo y verdad de parte de la joven británica. Por eso da impotencia escuchar cada historia porque le creemos que sufrió tanto como pareciera.

Desde la nostalgia agridulce de “Don’t You Remember” hasta la sensualidad del despecho con “Rumour Has It”, Atkins construye una bitácora de sus sensaciones que logra tomar un impulso grande, aunque si miramos el álbum como un todo claramente encontraremos que hay demasiados altibajos como para notar a este como un producto completamente coherente, fuera de la obvia emoción de la cantante.

Con la producción a cargo de Paul Epworth, el mismo tras el Lungs y el Ceremonials de Florence + The Machine, por dar un par de ejemplos, estaba asegurado que el álbum lograría llegar a un éxito comercial, pero para ello cae en sus propios vicios: mezclar demasiados estilos que a veces chocan restando coherencia, o abusando de los efectos vocales que si bien logran cierta profundidad, terminan cansando cuando, justamente Epworth trabaja con artistas tan biendotadas.

El trío inicial de 21 es ganador, comercial, emotivo y bien logrado. “Rolling in the deep” es la canción más blusera del disco, y también la más urgente y despechada. Más que tristeza, se respira impotencia y rabia ante un destino inevitable, lo que se respalda con una base musical in crescendo con fuertes percusiones y un coro de background que ensalza aún más la potencia de Adele.

“Rumour Has It” llega con el lado más sensual de la intérprete, al mismo tiempo que el despecho y las comparaciones inteligentes irrumpen. La base con percusiones más fuertes y voces de fondo como un instrumento más, guitarras, aplausos y más logran que la canción sea una muralla de sonido que choca con los oídos. Si bien, es la canción menos triste, de todas formas emociona a su modo, en especial con el interludio lleno de pesar y misterio que deriva en un último arranque de catarsis. Una gran canción.

Si “Rumour Has It” era puro arrojo de energía, en “Turning Tables” todo es acerca de la contención y el control de lo inevitable. Esta canción con cuerdas y piano (y nada más) muestra cuanto Adele puede manejar su voz, lejos de mantenerse en tonos altos todo el rato. Con una letra que habla de una relación que no funciona y en la que alguien debe ceder y alejarse, pese al dolor que ello signifique, todo deriva en una forma sincera de llegar al corazón del oyente.

Pero luego ya empezamos a sentir gestos de simpleza que se alejan de la profundidad y madurez que logran los primeros tres tracks. “Don’t You Remember” es una canción de amor triste, pero desde la melodía hasta la letra es más sencilla que otros tracks, y con eso ya comenzamos un declive, pese a que el producto sigue sobrepasando la barrera de lo “bueno”.

“Set Fire To The Rain” tiene buena melodía, pero le falta rudeza. Es muy dulce para la letra llena de pesar que la inglesa canta con una fuerza un tanto azucarada, al igual que el r&b de “He Won’t Go”, aunque en esta última es más problema de la suavidad de la base que es demasiado Destiny’s Child como para lograr trascender.

“Take It All” es una balada góspel que le otorga un nuevo matiz al registro, pero que no cuaja por completo dado que este mix es poco logrado por la utilización leve del coro, lo que deja a la canción a ratos como una mera balada, y con su talento Adele está para más que eso.

Luego llega una cuota más de matices diferentes con “I’ll Be Waiting”, pero otra vez parece fuera de lugar. Más parece track de disco de Joss Stone que de Adele.

Suerte que el noveno track, “One And Only”, presenta un desarrollo más complejo y reminiscencias a Janis Joplin y Aretha Franklin que logran que volvamos a reencantarnos con este disco. Además, logra mezclar matices sonoros de una paleta amplia de colores sonoros, incluyendo a Adele desgarrando aún más su voz que de costumbre. Una grata sorpresa.

Posteriormente nos sorprende y nos shockea un poco la dulce pero bien lograda versión de “Lovesong”, el clásico de The Cure, que en clave Adele pierde tristeza y misterio, pero gana cadencia, sensualidad y amor. Notable versión en clave pop.

El final del álbum es épico con “Someone like you”, una canción tan sencilla como terrible en su forma de poner a la emoción al servicio de la melodía. La voz de Adele y el piano dominante llenan todo espacio. Quedó en claro en los MTV VMA cuando con sólo un piano y su voz llenó un enorme escenario. Es la magia de una buena canción y una producción que consigue encontrar la belleza de las cosas simples.

Eso lo debiera entender Epworth y la propia Adele. Sus mejores resultados mezclan actuaciones genuinas, potentes, con bases más simples o con armonías bien logradas. Cada vez que se intentan endulzar las interpretaciones o agregar muchos semas sonoros en la mezcla de una canción algo no cuaja, lo cual es lamentable considerando el talento de la inglesa. Esperemos que 23, o 24 o 25 arreglen esto. La fuerza de los años puede servirle para dejar las apariencias y lograr cambios de fondo.

FICHA TÉCNICA:

Artista: Adele

Álbum: 21

Sello y año de lanzamiento: XL, 2011

Producción: Paul Epworth

Tracklist: 1. Rolling in the deep | 2. Rumour Has It | 3. Turning Tables | 4. Don’t You Remember | 5. Set Fire To The Rain | 6. He Won’t Go | 7. Take It All | 8. I’ll Be Waiting | 9. One And Only | 10. Lovesong | 11. Someone Like You.

Duración: 48’ 04’’

ARCADE FIRE, NEON BIBLE: La resaca de un funeral

Estadísticas demuestran que los funerales y las catástrofes en general aumentan la líbido de las personas involucradas. Esto porque se piensa en que la vida llega a su límite cuando percibe a la muerte de forma más cercana.

Arcade Fire tuvo todo lo contrario. Con Funeral (Merge, 2004) los canadienses nacieron ante el mundo, pero se enfrentaron ante la misma disyuntiva. Por eso no es raro que luego de ese debut luminoso llegaran a un producto tan irrenunciablemente cadencioso como oscuro como es Neon Bible (Merge, 2007).

La gran diferencia entre Neon Bible y los otros registros de Arcade Fire es que no buscan ser ambiciosos hacia la audiencia, sino que tratan de ser más cercanos para ellos mismos.

Funeral era más introspectivo y familiar, en cambio Neon Bible suena más catártico, personal, asociable a las experiencias personales de cada uno de forma mucho más directa.

Cuando suena la tormenta que invita al primer track, “Black Mirror”, uno entiende que las cosas cambian. Acá más que una multiplicidad de capas sonoras, uno encuentra una muralla sonora de donde cada instrumento sobresale.

Y es engañoso porque en verdad ese “espejo negro” consigue más luminosidad y sensualidad que la obvia aura oscura que podría creerse. El in crescendo deriva en una canción más de aceptación e inclusión que de lamentaciones, casi como el ingrediente que hizo de A Rush of Blood To The Head de Coldplay tan bueno, cuando la depresión era más esperanzadora que cualquier otro momento de la vida.

Por eso, esa tormenta nos pone atentos, mas no condiciona tanto la recepción a Neon Bible. De hecho, “Keep the car running” es un tema jubiloso, lleno de guitarras punzantes y cuartetos de cuerdas que operan de forma teatral. Funciona maravillosamente como single y es una antesala para el contrastante track que le da el nombre al álbum.

“Neon Bible” es una canción lenta, triste, minimalista —para ser Arcade Fire—, corta, y también monótona. Un track emotivo, con identidad plena de los canadienses, pero un tanto innecesario en el contexto de un álbum que en sus primeros tres tracks no logra dar con una característica capital.

Suerte que los hits se anteponen y que “Intervention” salva la situación. Este track habla de la familia, de trabajar por la iglesia, de desesperanza, pero aún así suena tan hermoso como la vida misma. Es que este es el momento más Funeral del álbum y está bien que así sea. Este nexo calca la cadencia del álbum debut pero con la muralla de sonido que Arcade Fire hace crecer en su segundo registro.

Los soldados a los que refieren en la letra terminan siendo ellos mismos, y este es el punto donde sabemos que el álbum va en un camino claro: mostrar la belleza de lo oscuro, de la desesperanza, del dolor, de los contrastes.

Por eso el Pulp-esco inicio de “Black Waves / Bad Vibrations” es natural, pese a lo teatral, con la voz de Regine Chassagne al son de una melodía tan bailable como lúgubre. Esas “ondas negras” que son más dibujadas como en historietas que otra cosa, con lo que las “malas vibraciones” en realidad terminan siendo una declaración de principios más que un muro de los lamentos. Al final, un sonido fantasmagórico, tenebroso pero tierno logra irrumpir y mantener la consistencia del registro.

Si al comienzo estaba la tormenta, al inicio de “Ocean of Noise” regresa, para calmar el ritmo y adentrarnos en una balada atípica. Aquí hay un punto alto de Neon Bible, porque la melodía es tan adictiva como triste. Aquí no se trata de una canción simple, sino que de una interpretación de Win Butler llena de pesar y por eso es que las cuerdas que suenan al final son tan desgarradoras. Aquí no hay triunfo de la belleza, sino que emoción pura.

Por eso el cambio a “The Well & The Lighthouse” es un poco brutal, dado que regresamos a un tema más teatral que genuino. He allí el mayor pecado de este álbum, en general, dado que mucha de la belleza suena un tanto superficial.

De todos modos, “The Well…” es un buen tema, con una cadencia de vals en su último tercio que la convierte en parte de un soundtrack imaginario de un mundo mágico.

En tanto, “(Antichrist Television Blues)” no sólo es el tema más subvalorado de este álbum, sino también uno de los tracks más cristalinos de la historia de Arcade Fire.

El relato blusero de un tipo cuya vida parece preescrita pese a sus deseos tan simples como grandiosos funciona con un ritmo incesante, Win Butler con una interpretación ruda e inspirada y un momentum que delata la brillantez de la composición que crece durante sus cinco minutos, tan de Bruce Springsteen que duele.

“Windowsill” es todo lo contrario. Un relato contenido, una canción calmada, un ritmo pausado pero lindo, pero termina respondiendo a una fórmula explorada en Funeral, por lo que se ve fuera de lugar.

El dúo final con “No Cars Go” y “My Body is a cage” logra enhebrar esta madeja dispareja pero hermosa y funcional de todos modos.

“No Cars Go” tuvo una versión primitiva en el EP debut de Arcade Fire, y allí sonaba bien, pero sin el respaldo de la muralla de sonido que tienen los canadienses en este álbum.

Esta canción es mágica, apela a lo mágico y suena a truco de magia, con un impulso grandioso y que llama a cantarla a gritos. Debe ser el track más comercial que han hecho, pero a la vez, es lo más arriesgado por sus características épicas y de amor grandilocuente. Y resulta de maravilla.

Mientras, la oscuridad vuelve con el spaghetti western de “My Body Is A Cage”. Si usted se pregunta qué diantres es un “in crescendo”, se lo presento. Esta canción tiene esa vocación de crecimiento que tiene “(Antichrist Television Blues)”, con un pesar teatral pero creíble.

Este álbum es muy bueno, pese a que sea el menos coherente de la banda. Además, el cierre debió ser con “No Cars Go” por ese contraste maravilloso que se logra con la inicial “Black Mirror”.

Pero las canciones muestran tantas facetas diferentes, tantos sonidos, tanta cadencia, sentimientos desde la tristeza a la alegría, con referencias a la soledad y a la familia, con ritmos tan sensuales como desgarradores… O sea, un disfrute para el oído.

Con Arcade Fire uno debe ceder y sentarse a disfrutar, porque ellos sí que saben darle vida a las cosas que uno cree que pueden matarnos.

FICHA TÉCNICA:

Artista: Arcade Fire

Álbum: Neon Bible

Sello y año de lanzamiento: Merge, 2007

Producción: Arcade Fire

Tracklist: 1. Black Mirror | 2. Keep the car running | 3. Neon Bible | 4. Intervention | 5. Balck Waves / Bad Vibrations | 6. Ocean of Noise | 7. The Well & The Lighthouse | 8. (Antichrist Television Blues) | 9. Windowsill | 10. No Cars Go | 11. My Body is a Cage.

Duración total: 46’ 57’’

BON IVER, BON IVER: El momento es ahora

Kanye West llamó a todos los que pudo para armar su obra maestra. Entre ellos se encontraba Justin, un rubio alto y barbón con más pinta de leñador chic que de amigo de un rapero. Pero este no era un hijo de vecino. Era Justin Vernon, cabeza de Bon Iver, tal vez uno de los grupos folk más interesantes de la última década.

Tras su momento “pop”, Justin irrumpió hace algunos meses con el que probablemente se convierta en el disco del año. Bon Iver (Jagjaguwar, 2011) lleva a Bon Iver un paso más allá como grupo.

Si en For Emma, Forever Ago (Jagjaguwar, 2008) Justin Vernon se convirtió en, como Pitchfork dijo, “el chico que fue a las colinas a grabar un disco solo”, en el disco homónimo Bon Iver se vuelve un grupo, más que por lo creativo, en la forma de mostrar una propuesta y desarrollarla coherentemente.

Lo notable de Bon Iver es la atemporalidad de la belleza en su propuesta. Desde el heavymetal folk de “Perth” hasta el ochentero adult contemporary de “Beth/Rest”.

De hecho, “Perth” tiene esa vibra For Emma… en un comienzo, pero el climax a los tres minutos constata que ahora a Justin le acompaña toda una tropa para recrear su guerra interna pintada con el sepia de la guerra del norte contra el sur en EE.UU..

No es que Justin ahora comparta su vibra existencialista, poética y ecléctica a final de cuentas con todos, pero por lo menos en lo musical puede apuntar más alto y le resulta.

El puente que se arma entre el inicial “Perth” y la canción que le sigue, “Minnesota, WI”, es claro y hermoso.

En ese, el segundo track, el bajo y los vientos que suenan ya demuestran que el sonido es más disperso, más incluyente. Con ello, también más sencillo para cada uno de nosotros meterse en esta propuesta.

Porque ese es el lío: cuando la idea es tan personal e íntima, es más complicado sentirse identificado. Pero cuando llegamos a “Holocene” y Vernon con esa voz aguda e incómodamente emocionante llega al estribillo y dice “…And at once I knew I was not magnificent” (“…Y por una vez supe que no era magnificente”). Con esa melodía hermosa y esa línea imposible no relacionarse aunque sea un poco.

Más que un artista folk clásico, Justin Vernon es un crooner venido del bosque que tras sus colaboraciones con artistas que poco tienen que ver con su estilo supo que no era necesario ser tan cerrado todo el tiempo.

La vibra más folk del álbum llega en el oriental-polka-sureño intermedio de “Towers”, canción que mantiene los elementos clásicos de la propuesta Bon Iver, pero que no teme a sonar más ambicioso.

Al ritmo de vals “Michicant” nos lleva en su flujo lleno de detalles. Se nota que la producción está centrada en la delicadeza del desarrollo de la composición. También suena demasiado etérea como para replicar la fuerza de las líricas llenas de misterio y sensibilidad.

Este halo de espejismos sonoros se replica con los ecos que introducen a “Hinnom, TX”. Esta canción es más simple pero también nos muestra otro registro vocal de Justin Vernon. Sí hay una búsqueda en este sentido y eso es importante. El falsete es bonito, pero puede ser visto como un cliché de la propuesta Bon Iver.

La vibra de “Hinnom, TX” llega hacia la ortodoxa “Wash.” Que nos devuelve al Bon Iver de siempre en una canción más compleja, con menos elementos, más intimista.

En verdad podríamos darnos diez vueltas en “Wash.”, pero el hecho que después venga “Calgary” es más importante.

Es que en el primer single de Bon Iver se atisba lo bueno y lo malo de este disco. Lo bueno: composiciones con vocación de himnos tan íntimos como grandilocuentes. Lo malo: se sacrifica la fuerza de estas composiciones por mantener el carácter sensible.

“Calgary” podría haber disputado ser electa como la mejor canción del año, pero le falta poder. Se queda en el terreno del sueño sin tener un cable a tierra demasiado profundo. Con eso, pierde la oportunidad de lograr un himno transversal y hermoso.

“Lisbon, OH” es un intermedio que constata la utilización correcta de sonidos detallistas y meticulosos para entrar a otra joya de este álbum, la atemporal “Beth/Rest”.

Una referencia que me comentaron es perfecta para esta composición: “parece éxito de Christopher Cross”. Para quienes no lo sepan, Cross fue un hit ochentero con canciones de pop adulto contemporáneo, con un swing muy relajado y teclados delicados.

Bueno, “Beth/Rest” calza perfecto con esta descripción. La diferencia es que quien canta es Justin Vernon y que estamos en el 2011. Entonces, ¿Cómo logra destacar una pieza así?

La respuesta es sencilla: cuando escuchas una canción no importa el estilo o el año, sino que si es buena o no. Y el desarrollo del cierre del álbum homónimo de Bon Iver es una gran canción en cualquier época.

Pero lo que nos queda como resultado es un álbum muy bueno, tal vez de lo mejor del año. Y sin embargo esto no se puede afirmar. Todo lo contrario, hay varios peros.

El principal es que por intentar ser sensible y detallista, Justin Vernon y su tropa se olvidan de que la fuerza de sus composiciones podría perfectamente asociarse a un sonido más potente. “Towers” y “Perth” tienen esto, pero son excepciones dentro de un álbum tan coherente y hermoso como lánguido a ratos.

Justin Vernon pudo haber producido y ampliado su propuesta, tal como su amigo Kanye West, pero todavía falta un poco de trecho para que la potencia de la interpretación de Vernon se iguale a los resultados de Bon Iver. Aunque, es bueno saber que para Justin el momento es ahora.

FICHA TÉCNICA

Artista: Bon Iver

Álbum: Bon Iver

Sello y año de lanzamiento: Jagjaguwar, 2011

Producción: Justin Vernon

Tracklist: 1. Perth | 2. Minnesota, WI | 3. Holocene | 4. Towers | 5. Michicant | 6. Hinnom, TX | 7. Wash. | 8. Calgary | 9. Lisbon, OH | 10. Beth/Rest

Duración total: 39′ 25»

BORN THIS WAY, LADY GAGA: El sonido de un nacimiento

Hace algunos días, HBO estrenó la grabación de uno de los recitales consecutivos que Lady Gaga hizo en el Madison Square Garden en febrero de este año. Allí se veía a Stefani Germanotta (su verdadero nombre) emocionándose y triste porque debía ser una “reina” y estaba asustada de no ser digna de serlo para sus fanáticos.

Esa genuina expresión en una Gaga que se mostraba a cara descubierta, sin maquillaje, constata que le importa qué piensen de ella, y su autoexigencia es tremenda.

Por eso era importante ver cómo se reflejaba esto en Born This Way (Streamline/KonLine/Interscope, 2011), el tercer LP de la cantante norteamericana.

La gran interrogante no es por la calidad o por lo novedoso en Lady Gaga, sino que hay una duda realmente grave en BTW: ¿Cuál es el disco? ¿El de 14 o el de 17 tracks?

Esto puede parecer antojadizo, pero no lo es porque hay detalles que suman y otros que restan. Por eso, para efectos de este review tomaré en consideración la versión de lujo, CD1, con 17 tracks.

Y partimos con “Marry the Night”, donde se evocan todos los elementos que confluyen en la propuesta de Lady Gaga 2011: una reminiscencia a lo religioso con el sonido de un órgano, una letra que es un manifiesto acerca de la noche como aliada y compañera fiel, una melodía pegajosa y muy pop, trazos de sintetizadores distorsionados que hacen que las bases sean más un dance-rock que un pop dance tradicional.

Luego viene “Born This Way”, el himno de la aceptación personal, con trazos de “Express Yourself” de Madonna pero con una mezcla entre retro y futurista que la hace irresistible.

“Government Hooker” no es política, sino que juega en las fantasías sexuales como una Marilyn jugueteando con JFK en una melodía predecible, medio Ibiza y medio ochentas, pero que funciona como un ejercicio de desdoblamiento divertido.

“Judas” es ritmo imparable. La referencia religiosa que tanto molestó a algunos en realidad es una excusa perfecta para darle fuerza a una canción galopante y pegajosa a la médula, con los sintetizadores a tope y Gaga interpretando maravillosamente.

Luego vienen la extrañamente barroca “Americano”, que más parece una versión Madonnesca de “Tu ‘vo pa’la americano”, y la ochentera “Hair”, donde aparece por primera vez el maravilloso saxo de Clarence Clemons (más conocido por su trabajo en la E Street Band, los de Springsteen). En “Hair” el romanticismo se mezcla con el futurista beat y la melodía country.

“Scheiße” suena más a Ibiza que a Alemania, pero Gaga habla en alemán “si es que es lo quieres” y la apuesta sale divertida, aunque poco profunda.

Con “Bloody Mary” los juegos de palabras de Lady Gaga tienen otro highlight, cuando mezcla el trago con la noción de la virgen María. Pero el sonido, más calmo y menos tendiente al beat fuerte la hacen un buen tema, demostrando que no todo en ella remite a un exceso.

Luego hay cambios. Se nota. De hecho, pasamos en varios instantes desde el revisionismo de los ochenta, época donde Gaga era “Baby Gaga” como dijo Cher alguna vez, al futurismo de los sintetizadores disco.

“Black Jesus – Amen Fashion” es el primero de los tres tracks que están en la versión de lujo de Born This Way, y da la impresión de que estuviera musicalizada por los franceses de Justice. Y lo mismo pasa con “Bad Kids”, que es la mezcla perfecta entre “Phantom I” y “Phantom II” de los galos.

“Fashion of His Love”, otra de las agregadas, funciona, haciéndonos volver a la enciclopédica nostalgia ochentera de Gaga, pero otro punto de giro llega después.

“Highway Unicorn (Road To Love)” es una declaración de principios. Gaga habla de la ruta al amor, como un motociclista lo hace de su pandilla. Aquí nos hace sentido la portada del disco versión normal (horrible, véala usted mismo) y el inicio del video de “Judas”.

Pero además está la aceptación de los íconos estrafalarios de lo teatral. El unicornio que la lleva por ahí es la figuración perfecta de su liderazgo, tan fantástico como potente.

“Heavy Metal Lover” es débil. Se va en una melodía simplona, pero con poca fuerza. Sólo es interesante la metáfora que construye Gaga, pero podría haber prescindido de esta canción perfectamente.

También suena medio desinflada en “Electric Chapel”. Todos estos son potentes y bien pensados símbolos, pero, por ejemplo, la guitarra al inicio de “Electric Chapel” desaparece, dejando de lado un elemento que hubiera enriquecido de forma gravitante este track.

Igual esto nos permite ver con mejores perspectivas la triada final.

“The Queen” es el tercer track “especial” de la edición deluxe de Born This Way, y sorprende como un nuevo manifiesto. Si la canción que le da el nombre al álbum es un himno a la autoaceptación, “The Queen” es uno para las expectativas y cómo pueden detenerte en tus sueños, como el de Gaga de ser una “reina” para sus seguidores.

El dúo final es emotivo, con la balada rock “Yoü And I” y la maravillosa y épica “The Edge of Glory”.

La balada es una mezcla entre Def Leppard, Bruce Springsteen y Queen (de hecho, Brian May de este último grupo hizo el solo de guitarra), pero resulta muy bien, con potencia y una producción terriblemente buena. Una canción destinada a ser coreada por multitudes.

Y el broche de oro es una muestra del poder compositivo de Gaga, quien no teme armar himnos pop de más de cinco minutos de duración. Pero además, aquí el solo de saxo de Clemons es notable, la interpretación de Gaga, lo pegajoso de la melodía, la estructura de una composición destinada a la grandeza… Todo en un track.

Lady Gaga ha tenido al mundo en vilo desde hace algunos años, pero muchos la han visto sólo por sus trajes estrafalarios de diseñador, sus shows llenos de pirotecnia y su especial personalidad, pero se olvidan de la música.

Born This Way es un rescate de la música de los ochenta, ese pop de melodías infecciosas, sintetizadas y perfectas, eso que sonaba cuando nació Stefani Joanne Angelina, ese sonido de su nacimiento. Eso que sonaba en el taxi y la televisión, ahora en clave futurista, etérea y llena de sentimiento.

Ella ni a palos nació así, con tanto talento y profundidad, pero suerte que su vida, ese que llegó al mundo en los ochenta que ahora son su objeto de culto la llevó hasta donde está ahora. Suerte que su propuesta nació de esta forma.

FICHA TÉCNICA

Álbum: Born This Way (Deluxe Edition)

Artista: Lady Gaga

Sello y año de lanzamiento: Streamline / KonLive / Interscope, 2011

Producción: Lady Gaga, Fernando Garibay, RedOne, DJ White Shadow y Robert Lange.

Tracklist: 1. Marry The Night | 2. Born This Way | 3. Government Hooker | 4. Judas | 5. Americano | 6. Hair | 7. Scheiße | 8. Bloody Mary | 9. Black Jesus – Amen Fashion | 10. Bad Kids | 11. Fashion of His Love | 12. Highway Unicorn [Road To Love] | 13. Heavy Metal Lover | 14. Electric Chapel | 15. The Queen | 16. Yoü And I | 17. The Edge of Glory

Duración total: 73’ 14’’